No se hicieron los corsés para personalidades desbordantes como la de Chrissie Hynde, vocalista, músico y autora de un sinfín de éxitos que, al frente una vez más de sus Pretenders, hizo saltar este lunes por la noche los botones del Teatro Real haciéndolo menos regio pero infinitamente más divertido.

El III Universal Music Festival afrontó con ellos su última semana de conciertos y, de no ser por el oropel que adorna las balconadas del respetable recinto que lo acoge, cualquiera habría dicho que la banda se disponía a tocar en un local del circuito «underground» londinense, con una sencilla cortina como único fondo escenográfico.

En El Real culminaron una gira española que les ha llevado previamente a Vigo, San Sebastián (donde actuaron en el marco del Jazzaldia) y el gerundés festival de Cap Roig, en su primera visita al país desde 2009, cuando realizaron también su última actuación en la capital para presentar su entonces nuevo disco, Break Up The Concrete (2008).

Fue un espectáculo de una hora y media larga en el que cupieron dos decenas de canciones de este grupo nacido en Hereford (Inglaterra) hace casi 40 años, con la inclusión también de algún título de la etapa en solitario de la cantante (Down the Wrong Way) y sus versiones ya clásicas de The Kinks (Stop Your Sobbing y I Go to Sleep).

A las 21.35 horas, solo cinco minutos después del momento señalado en las agendas, Hynde encaró el escenario con ese andar irrevocablemente roquero que la acompaña desde que esta fuerza de la naturaleza alumbrada en Ohio (EE U.) se terminara de moldear el espíritu y el flequillo bajo el influjo del punk británico, de Sex Pistols a The Clash, pasando por Vivienne Westwood.

Refulgente, embutida en una chaqueta dorada que le duró lo mismo que la primera canción, irrumpió serena —chulesca incluso— junto al resto de la banda, conformada por el veterano Martin Chambers a la batería, Nick Wilkinson al bajo, Carwyn Ellis en los teclados y un James Walbourne a la guitarra que se destaca como elemento sustancial de la energía.

Alone (2016), su más reciente disco, tuvo el honor de abrir el turno de canciones, precisamente con el corte que le da título, seguida de Gotta Wait, dejando sentir la buena mano a las cuerdas del músico Dan Auerbach, miembro de The Black Keys, como productor.

No obstante, lejos de avasallar al público con temas nuevos, la banda entregó un repertorio más empeñado en bucear en álbumes seminales como Pretenders (1980), Pretenders II (1981) o Learning to Crawl (1984).

Al sucesor de todos ellos, Get Close (1986), pertenecía el que fue primer hito musical de la velada, Don’t Get Me Wrong, que llegó después de Message Of Love.

Kid, primer sencillo original de su carrera, quiso Hynde dedicárselo a sus excompañeros James Honeyman-Scott y Pete Farndon, fallecidos en los años 80 por las drogas, con las mismas palabras que recitó cuando la banda ingresó en el salón de la Fama del Rock And Roll en 2005.

«No estaríamos aquí sin ellos y ellos probablemente sí lo estarían si no fuese por nosotros», dijo, reproduciendo una frase ya mítica a la que en su momento acompañó de una coletilla: «Así es el rock and roll».

La vista siguió puesta atrás en el repertorio con Stop Your Sobbing, grabada antes de decidir siquiera que The Great Pretender de The Platters les daría nombre como grupo.

Entre medias sonó Talk of the Town, la citada Down the Wrong Way y una emocionante Hymn to Her, tejida con los mínimos mimbres instrumentales en favor de una garganta de 65 años para la que no pasa el tiempo, ni en su solidez ni en la fuerza de sus proclamas en defensa de los animales o, como recordó, en contra de las corridas de toros.

Ella, la «femme fatale» en cuyos brazos cayeron rendidos Ray Davies (The Kinks) y Jim Kerr (Simple Minds), hizo suya también este lunes a la concurrencia gracias a sus bromas y buenos gestos como dedicarle una canción a la joven que decidió saltarse la linealidad del Real para bailar en primera fila.

«La noche es joven», celebró en sus diatribas con el público, antes de lanzar la vital Back On The Chain Gang, que lanzó al auditorio con sus «¡uh!» y «¡ah!» a 1982, cuando la resiliencia de Pretenders fue puesta a prueba tras la muerte súbita de dos de sus fundadores y los nuevos miembros iban y venían de continuo.

Incluso el propio Chambers fue expulsado del grupo antes de su retorno definitivo ya en los 90 para grabar el último gran álbum en cifras y canciones, Last Of Independents (1994). Así parece reconocerlo también el grupo, queno tocó casi ninguna canción posterior a ese trabajo.

De él sonaron Night In My Veins y casi consecutivamente la enorme I’ll Stand By You, con la única intercesión de otro de sus clásicos imprescindibles, Brass In Pocket, conformando probablemente el mejor segmento de la velada, rematado con una Thumbelina que fue pura apoteosis de cuerdas y percusión.

Aún quedaban por sonar Mystery Achievement, Middle Of The Road y, ya en los bises, I Go to Sleep y Precious, aunque a estas alturas fuese imposible borrarse de la memoria ese «estaré contigo» que, cantado por Hynde, abriga el corazón frente a cualquier inclemencia.

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